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La Inteligencia Artificial en vigilancia: ¿una amenaza para la privacidad o una oportunidad para regular?

En un mundo donde la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para regularla, la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una herramienta clave para la seguridad y la vigilancia. Sin embargo, su implementación a gran escala plantea un dilema: ¿puede la IA protegernos sin invadir nuestra privacidad? Este debate ya no es teórico, pues millones de cámaras, algoritmos y sistemas de monitoreo están operando en todo el mundo, recopilando datos y analizando comportamientos a una velocidad nunca antes vista.

Actualmente, muchos gobiernos alrededor del mundo han incorporado tecnologías de IA en sus sistemas de vigilancia. Según un informe de Carnegie Endowment for International Peace, 75 de 176 países ya emplean estas herramientas, desde reconocimiento facial hasta análisis en tiempo real de datos. Entre ellos, 74 han implementado tecnología de reconocimiento facial, mientras que 56 desarrollaron sistemas de “ciudades seguras” para detectar posibles riesgos.

China lidera esta tendencia con más de 540 millones de cámaras de vigilancia, lo que equivale a casi una cámara por cada dos habitantes. Este despliegue masivo de infraestructura sustenta su sistema de “crédito social”, el cual monitorea y evalúa el comportamiento ciudadano, afectando su acceso a servicios básicos y beneficios. Además, empresas chinas como Huawei y ZTE han exportado estas tecnologías a más de 60 países, ampliando su influencia global en el campo de la vigilancia.

El mercado de la vigilancia y sus implicancias

Incluso en democracias consolidadas como Estados Unidos y la Unión Europea, el uso de IA en vigilancia ha crecido rápidamente. Más del 50% de las agencias de seguridad en Estados Unidos ya emplean tecnologías de reconocimiento facial, mientras que en Europa estas herramientas se enfocan en aeropuertos y controles fronterizos. Según Global Market Insights, el mercado de la IA en vigilancia crecerá a una tasa anual del 36,8%, superando el billón de dólares para 2030.

Sin embargo, esta adopción tecnológica no está exenta de controversias. En países como Rusia, Israel y Singapur, la IA se utiliza para monitorear redes sociales y supervisar reuniones públicas, bajo el pretexto de controlar contenido “peligroso”. En América Latina, ciudades como Buenos Aires y Ciudad de México han comenzado a implementar sistemas de monitoreo urbano con IA, aunque en muchos casos sin regulaciones claras para proteger la privacidad de los ciudadanos.

Un marco regulador necesario: las normas ISO

Ante este panorama, las normas internacionales como la ISO 27001 (gestión de seguridad de la información) y la ISO 26000 (responsabilidad social) ofrecen herramientas valiosas para equilibrar la seguridad y la privacidad. La ISO 27001 proporciona directrices para proteger datos sensibles, mientras que la ISO 26000 fomenta prácticas éticas en la gestión de tecnologías, respetando los derechos individuales.

Aunque estas normas son ampliamente adoptadas en sectores como banca y salud, su implementación en sistemas de vigilancia pública es aún limitada. Esto se debe, en parte, a que su adopción es voluntaria y depende de la voluntad política y de una ciudadanía consciente que demande protección de sus derechos.

Caminos hacia un uso responsable de la IA

La creciente adopción de la IA en vigilancia plantea uno de los debates éticos más relevantes de nuestro tiempo. Aunque la tecnología tiene el potencial de aumentar la seguridad, sin un marco regulador adecuado podría derivar en herramientas de control social que amenacen libertades fundamentales.

Para evitar este escenario, se necesita una combinación de regulaciones claras, la adopción de estándares internacionales y la movilización ciudadana para exigir un uso responsable de la IA. Si bien las normas ISO no son una solución absoluta, constituyen un paso inicial importante hacia la construcción de sistemas de vigilancia que prioricen tanto la seguridad como los derechos humanos.

El camino hacia un futuro equilibrado entre tecnología y privacidad dependerá de la capacidad de los gobiernos y las sociedades para adoptar enfoques éticos y responsables en el uso de estas tecnologías. La pregunta sigue siendo: ¿podemos aprovechar los beneficios de la IA sin sacrificar nuestras libertades fundamentales?

El autor es Director Regional de G-CERTI Global Certification.

 

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